Cali, Valle del Cauca
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En San Pedro de los Milagros, cerca al sur de Bolívar, los niños suelen aprender a extraer la pulpa del café a muy temprana edad. Es una tarea difícil, dicen algunos, se necesita destreza en las manos para seleccionar los granos maduros y con rapidez arrojarlos al balde. Además, saben esparcir suavemente la fruta sobre el terraplén para que la cálida brisa seque los granos y así conservar el tradicional sabor. En las noticias poco se habla del café excelso de Los Milagros, los reporteros que visitan la zona lo hacen, la mayoría de veces, para narrar sobre las huellas del conflicto armado.
La escuela de San Pedro de los Milagros tiene por nombre José Dolores Daza, está diseñada para que los jóvenes se vinculen al trabajo agropecuario; les enseñan las particularidades de los negocios del campo, las clases deben hacerse sin apoyos técnicos porque no hay servicio de electricidad, las innovaciones tecnológicas son narradas por los profesores y la comprensión de cómo funcionan dependen de la imaginación de cada niño. Jeison Ortiz poco sabe de cómo se cultiva el exquisito café, de manera curiosa, aprendió algo que poco hay en su pueblo, de energía eléctrica.
A la escuela llegan niños de todas las veredas cercanas, algunos luego de horas de caminar por trochas, otros a lomo burro y unos pocos, en moto. Jeison Ortiz debía salir de la casa con los primeros cacareos de la mañana para llegar a tiempo a la clase de 7:00 a.m.. De ida al colegio siempre lucía sus zapatos lustrados, evitaba los charcos y pensaba que quería ser ingeniero para arreglar las vías que le dañaban su atuendo diario. Pero de vuelta a la casa ya no había mucho que proteger del barro, especialmente en los vendavales de abril.
Aunque aprendió mucho de sus profesores, por el esfuerzo y dedicación, asegura Jeison que luego de finalizar el colegio las opciones se reducen a trabajos en el campo. Jeison cuenta que de su promoción solo nueve jóvenes pudieron ingresar a la universidad, pero solo fue posible porque alguien pagó el bono de algunos estudiantes para presentar el examen de ingreso a la Universidad Nacional. En el caso de Jeison, fue su papá quien hizo posible el sueño de Jeison y su hermano. En la sala de la familia Ortiz izan con orgullo, sobre las paredes, los títulos de Jeison y de su hermano policía.
“Hoy que conozco un poco más, he estudiado y veo el mundo de otra forma, sueño con algún día volver y poner energía eléctrica al colegio que me vio crecer para brindar mejores oportunidades a los jóvenes, mostrarles qué es la universidad, y cuales son las opciones de carreras a las que pueden acceder, algo que yo nunca tuve. Sueño con acercarlos un poco más a las tecnologías, mostrarles cuantas cosas se pueden hacer y sobre todo, que hay un mundo afuera del pueblo que ellos pueden conocer, que luego del colegio puede seguir la universidad, y que no todo es tierras y café”, dijo Jeison con ilusión.
Las primeras clases de la U fueron duras para Jeison, sus noches eran estudiando cálculo con videos de YouTube, porque este fue su principal reto; sin embargo, hubo un profesor que vio el potencial que él tenía y siempre lo apoyó para que pudiera salir adelante, le explicó algunos temas y le tuvo la paciencia que necesitaba. Los esfuerzos de Jeison no fueron en vano, hoy cursa noveno semestre de ingeniería electrónica en la universidad de Antioquia y por su excelencia académica se hizo merecedor del apoyo que brinda el Banco de Bogotá a 150 estudiantes para el pago de su matrícula, manutención y por supuesto, mentorías personalizadas con los mejores expertos de la entidad financiera.
“Todo empezó con un correo que mandó bienestar universitario sobre una convocatoria para carreras a fines a la ingeniería, no pensé que me lo fuera a ganar porque yo contaba con un beneficio en la universidad para el servicio de alimentación, que, si bien no era mucho, ya era algo ganado. Luego de unas semanas, me dijeron que había sido seleccionado, me puse muy feliz, este es un gran apoyo y una oportunidad única, mi papá y mi hermano se pusieron muy felices también cuando les conté y estaban muy orgullosos”, dijo Jeison.
Poco a poco Jeison va sumando esfuerzos en esa meta de acercar la tecnología, que tanto mueve y ha cambiado el mundo de hoy, a los niños, y en especial, a esas zonas de Colombia como el pueblo ‘Los Milagros’, en la que aún los colegios no tienen luz. Junto con una compañera de la universidad, Jeison ha iniciado un proyecto de educación para enseñar robótica a niños pequeños, por el momento solo han tenido tres estudiantes en su curso, pero se siente satisfecho de ver en ellos ese interés especial por la tecnología.
“Espero con ansias que algún día yo pueda ir a mi pueblo para mostrarle a los niños todas esas posibilidades que tienen afuera de Los Milagros”, finalizó Jeison.